domingo, 30 de enero de 2011

Allá en el este

Los países árabes estallan. Los manifestantes parecen llevar el fuego en las caras, el ardor en los cuerpos de esos latinoamericanos setentistas que, jóvenes y desprotegidos, luchaban por el orden del mundo. Ese orden que no admite armas, que no admite rostros endurecidos ni fuerzas violentas. Parece mentira. Se concentran, unen sus voces y siguen muriendo, siguen muriendo. Los reclamos se callan con gases y balas, pero todavía ellos resisten. Buscan la democracia, buscan demoler poderes autocráticos, derribar muros altísimos, muros antiguos que ya no pueden sostenerse por su propio peso. Tienen que escucharlos, las autoridades tienen que abrir esos corazones que millones de jóvenes escupen en cada marcha, en cada protesta, tienen que asomar sus cabezas y poner el oído del otro lado del muro. El mundo avanza. La democracia late abajo de los sacos, de los sweaters, de las camisas de millones de árabes, late con un ritmo cada vez más fuerte, con un ritmo acelerado. Lo van a lograr, lo tienen que lograr porque hierve el entusiasmo de las masas, porque ya aguantaron demasiado, porque es el turno de que Oriente despierte, de que las aspiraciones se cumplan. Porque las revoluciones son posibles. La humanidad aumenta su adrenalina, los puños se clavan en el aire, las almas vibran en conjunto para terminar con la corrupción y lanzar jazmines al cielo, como lo hizo Túnez, como lo harán los demás, incluyendo Egipto.

miércoles, 26 de enero de 2011

Decirle adiós

La van a demoler. Que fácil. Como pisar un castillo de arena, como soplar una torre de cartas. Así, tan de repente, deja de existir el palacio del under, el dique donde la música sonaba cómoda, moviendo los cuerpos de la gente, estirando los labios de la gente, ablandando las mentes de la gente. Una casa grande donde las cervezas se cambiaban por libros, donde los pochoclos se repartían en canastas, gratis, para acompañar las charlas. Un lugar donde la terraza, en verano, ofrecía una pantalla gigante, una pelopincho y una parrilla amigable bajo las estrellas del cielo de la noche porteña. Un bonito espacio donde subir las escaleras era espantar las complicaciones, donde cada rollo era dejado en cada escalón, donde entrar liviana, con los tornillos más flojos, con la cabeza más limpia era la costumbre. La Castorera, mucho más que un centro cultural. Mucho más. Tal vez viendo el video algo se pueda entender: Una recopilación preciosa de imágenes en movimiento que refleja algunos de los momentos allí vividos. Vas a verme bailar.

LA ULTIMA from MOTION IDEAS on Vimeo.

martes, 25 de enero de 2011

Acá adentro

Sentí, acá, no los latidos, no.
El peso de las cosas
y mis pensamientos
Sentí, lo aplastado que está
este músculo rojo
por todas esas cosas
y esos pensamientos

viernes, 21 de enero de 2011

Birome o Teclado


Agarrar la birome o apretar las teclas del teclado para escribir.
No me puedo imaginar un día sin hacerlo. Una palabra, una frase, tres líneas, un párrafo, un cuento. Da igual, lo hago porque no le encuentro explicación, porque sale naturalmente de mis manos inquietas. Es así, no creo servir para muchas más cosas.

Así lo dice Nothomb:
Me preguntan por qué elegí escribir. Yo no lo elegí. Es igual que enamorarse. Se sabe que no es una buena idea y uno no sabe cómo ha llegado ahí, pero al menos hay que intentarlo. Se le dedica toda la energía, todos los pensamientos, todo el tiempo. Escribir es un acto y al igual que el amor, es algo que se hace. Se desconoce su modo de empleo, así que se inventa porque necesariamente hay que encontrar un medio para hacerlo, un medio para conseguirlo.

Y así, Vila- Matas:
Ah, ya veo, vuelve la vieja y pérfida pregunta. Pero también podrían ustedes preguntarme por qué acabo de hacer un moño en mis zapatos, y por qué no me he contentado con un nudo que, para el caso, me habría servido igual. En algún tiempo remoto, un antepasado hizo el primer moño. Nosotros no somos más que sus imitadores, un eslabón en la cadena ininterrumpida de la tradición. De modo que a quien habría que preguntarle por qué escribo es a ese antepasado, preguntarle por qué quiso ir más allá del nudo.

miércoles, 19 de enero de 2011

Mirar el futuro


Este año tendría que hacer algunas de estas cosas para aliviar mi mente o todas. No está bueno usar el verbo en condicional, pero no pude evitarlo. Por las listas se empieza:

- Ir a El arte de vivir
-Tocar un instrumento (guitarra o cajón peruano)
- Ir a lo de Sheila Murphy para la lectura de manos
- Imprimir fotos de mis viajes
- Andar en bici
- Colaborar en un proyecto solidario
- Escribir para el Taller de Escritura que retomo en 2 meses
- Remar en el Tigre
- Sacar fotos
- Tatuarme
- Comprar un corcho y adornarlo
- Leer escritores argentinos
- Viajar al norte
- Crear manualidades
- Convencer a mi hermano de que empiece terapia
- Pasar más tiempo en contacto con la naturaleza
- Ver documentales
- Escuchar más música
- Trabajar el tema de la autoestima
- Quejarme menos
- Juntarme con la gente que me hace bien
- Viajar a Madrid
- Aprender

Sería algo así.

(Ilustración: Lucía Franco)

lunes, 17 de enero de 2011

Va y viene

Me pregunto si habrá alguna mejor sensación que la de atravesar una ola justo antes de que rompa. Seguro que hay mejores sensaciones pero esa, ayer, a las 2 de la tarde, fue para mí la mejor, porque no sólo la ola era del mar brasilero si no porque fue la última ola de las vacaciones y claro que culminar así es una sensación que no puede superarse con nada. Ahora, que la tarde se ensancha y aumenta la temperatura en buenos aires, pienso que los contrastes son buenos y malos. Buenos porque un viernes puedo amanecer en Paraty, saltar de la cama, tomar un desayuno con jugo de maracuyá y pan de queijo, agarrar el pareo, ponerme la bikini y tomarme un bus a Larenjeira. Ahi puedo subirme a una lancha y cruzar el mar abierto hasta llegar a la bien llamada Praia do Sono y nadar en el agua cristalina hasta que se me arruguen los dedos, y tirarme en la arena y hablar con mi amiga que da buenos consejos y que tanto me hace reír, y caminar por la orilla viendo nada mas que océano y una muralla de montañas verdes, y subirme otra vez a la lancha y conocer playas vírgenes, con rocas en los costados y pequeñas piscinas naturales, y macoña y caipirinha, y volver al hostel bajo la lluvia y escuchar una banda de música reggae y caminar por las calles de piedras a la noche mientras un chico hace malabares con fuego y estira su sombrero sonriendo con los ojos. Son malos los contrastes, porque un lunes puedo amanecer con el despertador del celular, ponerme la ropa adecuada, buscar las monedas para el colectivo, no desayunar nada, abrir la puerta de la oficina, saludar a la recepcionista, prender la computadora, chequear los mails, los milquinientos mails, tomar café, escribir mails, recibir mails, tomar café, actualizar planillas y subir el nivel del aire acondicionado. Los contrastes existen y sirven para confirmar que un viernes puede ser yin y un lunes yang, que un día puede encontrarte con el cuerpo flotando en el mar carioca y otro día, calentando un silla sin otra actividad que tipear, leer y girar en el mismo eje. Los contrastes nos enseñan a pensar que lo malo hay que vivirlo para después disfrutar lo bueno con todos los sentidos, con todo el corazón, nos enseñan a incorporar en nuestras mentes que lo bueno va y viene y lo malo también.
Espero que como la palabra lo indica, este 2011, sea bienvenido. Al menos yo, lo estaba esperando con la mano puesta en el picaporte. Ahora sí, abierta la puerta y el corazón.