sábado, 26 de noviembre de 2011

La encontré en Berlín


Podría haberla conocido antes. Tal vez un domingo en Plaza Francia, tal vez en algún viaje en colectivo, tal vez en algún concierto de Fito Paez. Pero no hubiera sido lo mismo. Tenía que conocerla en Berlín, a la edad que teníamos las dos cuando estábamos en Berlín: yo estrenando los 25, ella abandonando los 26. Tenía que apuntarme en el Free Tour que nos llevaba al campo de concentración Sachsenhausen y encontrarme con otra argentina, mochilera, que viajaba sola, como yo. Después de descubrir que estábamos en las mismas condiciones, me pregunto: ¿A vos todo el mundo te pregunta qué hacés viajando sola como a mí? Sí, le contesté, todo el mundo. ¿Qué tiene de raro, no? Nada, le dije yo y viajamos en el mismo asiento del tren que nos llevaba a Sachsenhausen. Yo te escucho pero saco fotos porque nunca vi un medio de transporte tan modernizado, me dijo. Y hablamos hasta llegar al campo y no hablamos más por 3 horas, sólo nos cruzábamos miradas de incredulidad, de miedo, de angustia. Y al acabar el tour me contó que su abuela había sido la única sobreviviente de una familia judía en Polonia. Quedamos en vernos esa misma noche, en el Café Zapata de la calle Fiedrichstasse. Llegó en tranvía, con una sonrisa gigante. Tenía que subirme a un tranvía alguna vez en mi vida. Entramos y fue como conocernos de toda la vida, como estar hablando con una misma. A mi nadie me vende el cuento de la familia, la casa, el perro y el jardín, fue una de sus primeras declaraciones. Y yo tuve que contener las ganas de abrazarla. Después de unas birras, comimos unos kebabs y nos despedimos pasándonos los mails. Me acuerdo que ahí, sentadas en el patio central del edificio Tacheles, me tiró: tardé 1, 2, 3 segundos en darme cuenta que sos de mi mismo universo. Y la próxima vez que nos vimos fue en la esquina de Corrientes y Pueyrredón. Pasamos de tomar cerveza alemana en el templo okupa más grande de Berlín a comer empanadas en el Imaginario Cultural, el bar al que siempre volvimos, en Almagro. Y de ahí en adelante fue todo tan fácil, fue quedar en Palermo a comer una chocotorta, fue salir a ver obras de teatro en el Cervantes o en cualquier sala del under, fue te regalo mi sillón cuando me mudé sola por primera vez a la calle Guatemala, fue escuchar música en vivo en una casa en Colegiales, fue conocer a su gato Septiembre y preguntarle ¿por qué se llama Septiembre? y escuchar porque tiene cara de Septiembre, fue empezar juntas un taller de dibujo y dejarlo en la segunda clase, fue llamarnos por teléfono y decir estaba marcando tu número hija de puta, fue tirarme el tarot algún viernes trasnochado, fue descubrir artistas al mismo tiempo, fue reírnos de su cara de judía, fue bailar al ritmo de El Kuelgue en Niceto, o escuchar emocionadas la voz de Gabo Ferro en el Konex, fue comer tarta de puerros los sábados en mi casa, fue que mi hermano le diga te voy a extrañar más que a ella cuando se vaya, fue llorar por nuestros ex novios y querer cagarlos a trompadas, fue bajarnos una lemon pie hablando de los infortunios del mundo, fue planear un viaje a Brasil y al mes tomarnos un avión a Río, fue aprovechar un fin de semana largo y rajarnos en bondi a Rosario, fue empezar a compartir programas y fernets con mis amigas, fue ver cómo ellas la adoran y ella adora a mis amigas, fue llorar de la risa con sus rezos hebreos, fue analizar en profundidad nuestros mambos tanto como nuestros chongos, fue así, moviéndonos por Buenos Aires, viajando, como abrimos el alma, como fuimos construyendo una amistad de hierro, una compañía incondicional. Así fui conociendo a una de las personas que más me importa en la vida, a la persona más sabia de mi universo. Escucharla es un flash: sus historias, sus reflexiones, sus consejos y sincericidios. Hay pocas cosas que disfrute tanto en esta vida como sentarme a charlar con ella, sea en la cola del teatro, en un viaje en auto a la Paternal, en una mesa del Imaginario o en la arena de una playa de Ipanema. Charlar con ella, desacomodarnos las cabezas y traspasarnos energía de la buena. Tenernos al lado, cuando las estrellas de nuestro planeta están desalineadas, o cuando muestran una conjunción favorable. Saberme querida de verdad. Entender el cariño en sus ojos, en sus mensajes de texto, en sus "te mandé reiki pelotuda", en las piedras poderosas o las estampitas de dioses griegos que me regala. Querer tenerla en Madrid todos los fines de semana. Confirmar que no importa un carajo la trayectoria, que es ella junto con una o dos más, la persona que más me conoce y la que hace menos tiempo conozco. Declarar en este blog de mala muerte que esta persona y yo estamos hechas de la misma materia prima, como ella me dijo una vez. Y que si la encontré allá en Berlín hace dos años y medio fue porque, sencillamente, teníamos que ser amigas del alma todo lo que nos queda por vivir en esta vida de locos.

sábado, 12 de noviembre de 2011

lunes, 7 de noviembre de 2011

Madrid otra vez

Ya pasaron dos semanas desde que volví a esta ciudad. Me siento en un bar que se llama, ironías del destino, La Fugitiva. El mismo bar al que fui a desayunar, a 3 horas de haber pisado Barajas. Me bajé, como canta Joaquín, en Atocha y entré a la casa de mis amigos. Estoy acá, pensé, acá en Madrid, tan lejos de allá, pero acá, al fin. No logro entender la aeronáutica, pero se que después de volar 12 horas estoy acá y camino por Lavapiés. Y todo es un volver. Porque vuelvo a subirme al metro, a esperar lo que diga el cartel: 1, 2, 3 minutos a que llegue el próximo tren y me lleve a Bilbao, Tribunal, Alonso Martínez. Vuelvo a escuchar las palabras "chulísmo", "coñazo", "mogollón". Vuelvo y mis sentimientos se descontrolan y me dan ganas de agarrar y gritarles, dale, pónganse de acuerdo, carajo. Y en mis ojos, mientras tanto, entra el parque del Retiro, entra la puerta de Alcalá. la calle Fuencarral, la preciosa plaza Santa Ana. Y volver a andar por esos lugares es recordar los pasos de antes, es que se me caiga el pasado encima, como un piano de cola desde un octavo piso. Es eso y sacármelo, como puedo, y quedarme con alguna que otra herida abierta. Y de a poco acomodar el corazón, de a poco desprenderme de mi otro Madrid, el viejo Madrid. Y empezar a quedar con ellos, mis amigos, que indignados, siguen habitando la ciudad. Tomar un colacao con él viendo el informativo de las tres de la tarde por la TVE, caminar bajo una lluvia torrencial por Gran Vía compartiendo un paragüas con ella, entrar de sorpresa en la tienda donde trabaja ella, que vende collares y ponernos al día atrás del mostrador, tomar sangría con ella en un cuarto piso por escalera en el corazón de Malasaña, cotillar con ella, estirar una lona en la lomita más linda del Retiro con ellos y comer alfajores havanna hasta que oscurece, tomar mate con ella un domingo a la mañana mirando la fórmula uno. Volver, mirar habitaciones en un barrio y en otro, patear la ciudad y detenerme en Casa América, afiliarme de nuevo en la biblioteca central, ir a un domingo a la noche a ver Desayuno con diamantes en la filmoteca, encontrarme con gente por la calle, desayunar en bares escondidos con el ordenador, pensar en sacarme un pasaje a Budapest en diciembre. Volver y entrar a mi escuela, el Hotel Kafka y sentarme en un aula y desentrañar una novela clásica y escribir, como salga, en el momento, sobre el amor. Escribir en Madrid en un sitio que supo ser la editorial de Benito Pérez Galdos, en un sitio repleto de libros. Empezar a darme cuenta de que estoy donde tenía que estar, que aunque el cielo se ponga gris y las emociones me toquen los cojones, aunque el paro llegue a 5 millones y Europa se venga a pique, aunque no de con el piso adecuado, pienso que Madrid me invita a quedarme, que me dice desde sus balcones que no me de prisa, que ya encontraré el mejor lugar donde vivir, que es acá, en esta ciudad donde tengo que estar, de momento, es acá donde tengo que seguir refabricándome.

martes, 1 de noviembre de 2011

Lo que octubre dejó

El día que leí sobre el universo, me cagué la vida.

¿Entienden que vamos a ir a una fiesta en la casa de Kevin Johansen y su apellido es la contraseña de mi mail, mi facebook, mi cuenta de banco?
Bueno, eso mejor no lo digas que capaz nos sacan con la policía.

Me exaspera la personalidad de mi ex.

Si todo el tiempo que pasé buscando las llaves lo hubiera pasado haciendo sentadillas, hoy sería Jessica Cirio.

Me han dicho que tengo la cara más rara del mundo, cara de loca, cara de judía claramente y cara de petera me decían mis compañeros del secundario.

¿Viste que lindo es mi cajón peruano?
Sí, el mio también pero ahora lo uso de mesa de luz y le doy mucha más utilidad la verdad.

Después de haber rendido mi útima materia, mi vida es muy genial.

Qué lindo día para quedarse mirando una peli entre sesiones intermitentes de sexo.

Cómo odio la burla. Me parece algo tan dañino.

Los telos no me inspiran ganas de coger.

¿Sabés que nunca supe bien qué mierda hace un ingeniero? ¿Puentes?
Creo que esos son ingenieros civiles, pero ni idea.

El juego de piedra papel o tijera es indiscutible, por eso se cumple o se cumple.
Sí, igual la próxima probá con la piedra porque la tijera es malísima.

¿Cómo sigo con mi vida después de este lemon pie?

Los estornudos hablan mucho de una persona. ¿Viste que hay algunos que descargan a full y otros que se los reprimen?
Sí, a esos no los banco.

Es una ley que los que tienen cara de bobos la tienen grande.

¿Cómo estás vos después de tantos días recluida estudiando?
Detesto a todas las personas y después de 10 minutos me doy cuenta de que es porque estoy enojada con el mundo.
Qué bajón.
Si, me siento un ser miserable.

¿Estuviste seis meses con él en relación a distancia?
Sí, y cuando empiezas a acariciar el ordenador te das cuenta de que algo anda mal de verdad.

¿Hay algo mejor que los besos?

Yo antes de comerme una palmerita prefiero morirme en el desierto.

Las minas miramos revistas donde aparecen solamente minas.
Boluda, es verdad.
Sí, nos gusta demasiado nuestro sexo.

Qué perverso el que inventó a Winnie Pooh. ¿Qué necesidad de ponerle una remera a un oso y dejarlo en pelotas?
Qué buena observación boludo.

Habría que contagiar a la gente el uso de la bicicleta por la ciudad.
Sí, lástima que yo para llegar a mi casa termino con las piernas de Maradona.

Yo prefiero mil veces ser yo antes que Justin Bieber.

No se si me da irme un año afuera a pelotudear.
Ojo que igual pelotudeando se aprende un montón.

Me encantaría poder orinar con libertad cuando estoy con un hombre pero no puedo.

Mañana tengo clase de canto con mi viejo que quiere que practique para su fiesta de 60 años.
No es real la conversación que estamos teniendo.

¿Y ahora que sos madre que sentís?
Que todo es mi culpa.
Bien.

Obvio que antes de ser monja prefiero ser puta.

Muy linda la entrada de tu casa.
Gracias. Cuando quieran se vienen a comer unos capeletines.

Para mi yo en otra vida fui hombre.
¿Por qué?
Porque me cuesta un huevo ser mujer. No me cabe ninguna duda.

No puedo creer lo que es ese pibe.
Qué lindo debe ser desnudo.

Hay gente tan pero tan buena que cuando pienso en ella me dan ganas de llorar.

¿Qué tal el hotel?
Bien, nos dieron la habitación presidencial, digo yo para qué si a esta edad ya no hacemos diabluras.

La verdad que me olvidé todo lo que estudié.
Pero si viene una persona y te pide que la asesores con un divorcio, ¿sabés como proceder?
No creo.

¿Desde cuándo te comés las uñas vos?
Desde que me di cuenta de que me voy a vivir a España en una semana.

Las comedias musicales las disfruta mucho más el artista sobre el escenario que el espectador.

¿Cómo es la familia del pibe?
No le alcanzan los metros cuadrados para ser más convencional.

Qué ser pacífico que sos.
¿Yo?
Bueno, un toque inquieta pero me das paz.

Quiero brindar para volver a chocar nuestros vasos de cerveza pero en una plaza madrileña, adentro de un bar cutre con olor a chivo y un gallego a los gritos.
Voy a llorar boluda.

¿Cómo que te vas de viaje de egresados a Porto Segura?
Sí, Bariloche ya fue. Sos de otra generación vos.

¿Viste que hay gente que no nace, pero que hace, hace, hace y nunca llega?
Sí, los fracasados.
Bueno. A mi me da miedo seguir intentando y nunca llegar.
Prefiero que hagas eso a quererlo y nunca haberlo probado.

Es siempre así. Las mujeres después del sexo quieren abrazar a los hombres y ellos sacarnos de encima.

Me gustaría hacer forward de acá a 15 años y ver los cambios del mundo.
Bueno, imagínate que en la India la gente va a querer limpiarse el culo con papel higiénico y ¿dónde van a ir a buscar los árboles? Pues a Occidente.
Sí. Oriente va a ser potencia, está claro.

Siento que mi viejo habla otro idioma y que nunca vamos a logar hablar el mismo.

Estás mucho más flaca boluda.
Es que ayer garché.

Me propuse informarme sobre economía porque cada vez que me hablan de indicios de algo no entiendo un carajo.

¿Qué papel tuviste que hacer hoy en teatro?
De embarazada de clase social baja.
¿Y caminabas como si tuvieras la panza gigante?
No, era más bien putita.

Tenés el pelo muy lindo últimamente.
Creo que es lo que más me gusta de mí. Antes era el culo pero ahora que lo tengo caído, lo mejor pasó a ser el pelo.

Yo quiero vivir del arte.
Pero ya vivís del arte.
Me refiero a mantener a mis hijos gracias al arte.
Bueno, tenés 23 años, pero vas bien encaminada.

Las amas de casa se toman la economía familiar muy a pecho.
Sí, el ahorro se convierte en un acto heroico.
Mi vieja de chica, cuando estaba comiendo me decía, esa papa salió 4 con 50.

Para mi la gente después de los 40 años ya no tiene edad.
¿No reconocés si tienen 50 o 70?
Ni idea.

Esto de estar en una búsqueda constante me hace pensar si no estoy constantemente insatisfecha.

Me compré una película de sadomasoquismo pero no tengo con quién verla.

¿Viste que se cree Brad Pitt el pibe?
Si, es que es lindo, pasa que es tan flacucho que no le doy.
Y larga un olorcito de esa boca.
Tiene mucha cara de mal aliento la verdad.

No se cómo manejar tanta onda.

¿Estás sentada?
Decime cuándo te casas hija de puta.

Lo único que sé es que después de muerta mi cuerpo va a descomponerse. Que no me hablen de vida eterna porque qué paja vivir eternamente.