lunes, 7 de noviembre de 2011

Madrid otra vez

Ya pasaron dos semanas desde que volví a esta ciudad. Me siento en un bar que se llama, ironías del destino, La Fugitiva. El mismo bar al que fui a desayunar, a 3 horas de haber pisado Barajas. Me bajé, como canta Joaquín, en Atocha y entré a la casa de mis amigos. Estoy acá, pensé, acá en Madrid, tan lejos de allá, pero acá, al fin. No logro entender la aeronáutica, pero se que después de volar 12 horas estoy acá y camino por Lavapiés. Y todo es un volver. Porque vuelvo a subirme al metro, a esperar lo que diga el cartel: 1, 2, 3 minutos a que llegue el próximo tren y me lleve a Bilbao, Tribunal, Alonso Martínez. Vuelvo a escuchar las palabras "chulísmo", "coñazo", "mogollón". Vuelvo y mis sentimientos se descontrolan y me dan ganas de agarrar y gritarles, dale, pónganse de acuerdo, carajo. Y en mis ojos, mientras tanto, entra el parque del Retiro, entra la puerta de Alcalá. la calle Fuencarral, la preciosa plaza Santa Ana. Y volver a andar por esos lugares es recordar los pasos de antes, es que se me caiga el pasado encima, como un piano de cola desde un octavo piso. Es eso y sacármelo, como puedo, y quedarme con alguna que otra herida abierta. Y de a poco acomodar el corazón, de a poco desprenderme de mi otro Madrid, el viejo Madrid. Y empezar a quedar con ellos, mis amigos, que indignados, siguen habitando la ciudad. Tomar un colacao con él viendo el informativo de las tres de la tarde por la TVE, caminar bajo una lluvia torrencial por Gran Vía compartiendo un paragüas con ella, entrar de sorpresa en la tienda donde trabaja ella, que vende collares y ponernos al día atrás del mostrador, tomar sangría con ella en un cuarto piso por escalera en el corazón de Malasaña, cotillar con ella, estirar una lona en la lomita más linda del Retiro con ellos y comer alfajores havanna hasta que oscurece, tomar mate con ella un domingo a la mañana mirando la fórmula uno. Volver, mirar habitaciones en un barrio y en otro, patear la ciudad y detenerme en Casa América, afiliarme de nuevo en la biblioteca central, ir a un domingo a la noche a ver Desayuno con diamantes en la filmoteca, encontrarme con gente por la calle, desayunar en bares escondidos con el ordenador, pensar en sacarme un pasaje a Budapest en diciembre. Volver y entrar a mi escuela, el Hotel Kafka y sentarme en un aula y desentrañar una novela clásica y escribir, como salga, en el momento, sobre el amor. Escribir en Madrid en un sitio que supo ser la editorial de Benito Pérez Galdos, en un sitio repleto de libros. Empezar a darme cuenta de que estoy donde tenía que estar, que aunque el cielo se ponga gris y las emociones me toquen los cojones, aunque el paro llegue a 5 millones y Europa se venga a pique, aunque no de con el piso adecuado, pienso que Madrid me invita a quedarme, que me dice desde sus balcones que no me de prisa, que ya encontraré el mejor lugar donde vivir, que es acá, en esta ciudad donde tengo que estar, de momento, es acá donde tengo que seguir refabricándome.

7 comentarios:

Princesa haragana dijo...

cada día escribís mejor sabelo pelo

Miranda Malasaña dijo...

Me hiciste llorar. Quien pudiera ser Maki en este mismisimo momento. Disfruta hasta de tus lagrimas. Disfruta, coño. Te quiero y cuanto.

Anónimo dijo...

Me encantó Maki, me sentí en Madrid. Me alegro mucho por vos que estás allá. Un beso grande y suerte con el piso. Manu

Vv dijo...

Reina, ahí vas, acomodándote. Como dice el refrán: Los zapallos se acomodan en el carro caminando. Disfrutá, tenés lo que se necesita para hacelro. Muaak

Clarines dijo...

Te quiero, Macarena!
Y más y más cuando te leo!

Sofìa dijo...

Te quiero bombonaaa, muchoo! chopi

Anónimo dijo...

reviví momentos y ahora siento un revoltijo. Sos grosa, quiero ser tu amiga. SG