miércoles, 31 de marzo de 2010

Olímpico

Hijo de amiga española, 9 años, mira, desde su banco, las ecuaciones matemáticas en el pizarrón, y antes de que comience a hacer el examen, levanta la mano:
- ¿Puedo ir al baño?
- Claro.
Se le acerca al profesor y en puntas de pie le dice:
- Cuando vuelva quiero que me las pongas más fáciles.

Y sí, ese niño nació en Argentina. Qué duda cabe.

sábado, 27 de marzo de 2010

El Rey Azul

Cuando se dio cuenta de que Azul le quedaba chico, decidió armar la valija y viajar a Buenos Aires. Estuvo unos años probando pero no le terminó de convencer la porteñada, entonces rescató su sangre italiana y con pasaporte en mano voló a Barcelona y siguió probando, pasó por Madrid también y vendió maquillajes y collares, luego indiscretamente a Tokio con valijas para toda la vida y una japonesa prometedora pero volvió a las dos semanas, luego París en busca del amor que después de 3 años se deshizo, entonces por qué no, Madrid que es como estar en casa. Y ya está, ahora me toca Londres, dice. Meto el inglés y estoy, oime. El quinto idioma con treinta y pico, garpa. Confieso que me llegó a decir alguna vez que se iba a la sierra, al medio de la montaña de Málaga o a algún pueblito vasco, pero no, yo no le creí. Es que es un chico de ciudad por donde se lo mire, le queda bien el cemento en sus pies, el ajetreo, la vida cosmopolita, el ruido de la gente. Por eso me encanta que me llame cinco meses después de que dejé Madrid y me diga: Hola chuuuuura! Tengo 1000 minutos para hablar. Y si me llama desde España con esa intro es porque los 1000 minutos merecen ser gastados. Me cuenta que Madrid no le mola tanto aunque siempre vuelva, que no va más, que ahora decidió volver a migrar y esta vez: Londres. Me encanta que me anuncie su nuevo destino, me encnata que me diga Londres, pero mas me encanta cuando empezamos a chusmear. Es lo que mejor sabemos hacer. Chusmeamos de lindo, hablamos el mismo idioma. Y como hacíamos en la tienda donde trabajábamos juntos me habla de las clientas y me dice: No, pero si esa señora NO ESTÁ NADA BIEN. Y no, esa señora no garpa. ¡Y a esa cómo le alcanza! Igual, decile que se olvidó de tomar la pastillita. Tiene serios mambitos dandole vueltas al marote. Y con la voz de Alfredo Casero me dice: Tenés que hacer algo de tu vida. Saltamos de un tema a otro sin hilarlos. Me tira frases como: Ahora que no fumo pienso que mis ideas son más ciertas que las que tenía antes, me la creo más ¿entendés? Me hace reír. Me canta la canción mexicana, la que dice: Con dinero y sin dinero, hago siempre lo que quiero. Solo que la cambia y canta: Sin dinero y Sin dinero, hago siempre lo que quiero. Me hacer acordar a las canciones que bailábamos en la tienda. Todos los viernes And I say no, no, no con los mismos movimientos de Amy Winehouse. Me dice: Gordo con la mano en el bigote y la voz de Juana Molina en Juana y sus hermanas.Gordo, cada vez que se equivoca o hace algo mal. Le cobré mal a la señora. Gordo. Me colé en el metro. Gordo. No le paré de hablar. Gordo. Creo que rompí el anillo. Gordo.Y yo remuevo las anécdotas y extraño al muchacho azuleño, ese muchacho tan guapo y tan argentino a pesar de vivir hace 10 años en Europa. Ese chico que sigue shirando y rompiendo corazones, que sigue cantando a cualquier hora del día, ese morocho bombón de zapatillas coloridas que aunque ande sin dinero, hace siempre lo que quiere y aunque cante desafinado, siempre, sigue siendo el Rey.

lunes, 15 de marzo de 2010

Resignificar un concepto

Cuando hablás con dos amigas y por más que tengas un baño a dos metros y tu vejiga esté a punto de explotar, no te levantás de la mesa para no despegarte de la charla, cuando eso pasa, me doy cuenta de que esa amistad es hasta físicamente verdadera.

martes, 9 de marzo de 2010

Curiosos formatos de felicidad

Creo que fue lo mejor. Sí, nadar el domingo en la pileta del Elevage fue lo mejor. Porque el sábado fue heavy y necesitaba despejar. Porque el sábado fue contrapuesto y ajeno. Qué extraña la combinación de programas del sábado. Porque después de pasar todo el día en una casa en un country rodeada de niños y de convencerme de que no pienso hacer papilla una manzana o calentar una mamadera antes de los treinta, me bañé en mi casa, me puse unos tacos prestados de 9 centímetros y me fui, sin pensarlo dos veces, a la fiesta de compromiso de una amiga de la facultad que celebraba abiertamente la instancia pre matrimonial con su pareja. Así, con bombos y platillos. Y yo, adentro de esos zapatos altos que me amorcillaban los pies, tomé caipirinha y brindé por esa unión. Y también, haciéndome pasar por chica frívola, aplaudí la muestra del vestido de Lanvin que mi amiga desfundaba con los ojos estrellados. Realmente suspiré y me tapé la boca con la mano admirando cada costura del vestido como si me estuvieran filmando para un programa de Fashion Tv. Y luego, después de bailar 3 canciones en el boliche más patético de la ciudad y hacerme bomba de humo, cuando volvía en un taxi a mi casa, me convencí no solo de que la riqueza tan ridículamente expuesta me eriza la piel, sino de mi gran capacidad actoral que puede fingir la misma emoción que siento cuándo miro una buena película como cuando miro un pedazo de tela bien cortada. Por eso, superada por la cruda demostración de felicidad en dos ámbitos totalmente diferentes, elijo tirarme un domingo caluroso en una pileta sin gente y pienso que ninguno de esos formatos me cierran, pienso que mi formato indefinido de mujer es, a mis veinticinco, mucho más atractivo que un pecho que da de mamar o un vestido irrepetible de Lanvin.

lunes, 8 de marzo de 2010

Felicidades, mujeres

Por todo lo que nos une y nos desune.

viernes, 5 de marzo de 2010

Volver

Primera noche en Guatemala. No el país, la calle. Primera ducha. Primer almuerzo en el bar de la esquina, en el que me encuentro. Florentina, buenas ensaladas. De fondo canta la voz quebrada de Joaquín, yo aprendí a quererla querer y ella no. La moza dulcemente mexicana. Las tortas que me miran desde la heladera, dulcemente también. La calle tranquila, sin semáforos, los árboles y el viento que mueve sus ramas. La independencia. La tarde sin tiempo un viernes cualquiera del mes de marzo. El verano en sus últimas instancias y esa brisa que te toca haciéndose la distraída. Los dos pisos por escalera. La heladera recién instalada marca desconocida. El silencio del barrio y de mi piso. El jardín que se ve desde mi ventana. El recuerdo de mi infancia adoquinada en este mismo distrito. El recuerdo de Felipe, mi perro y mis hermanos en miniatura. De mi pileta, mi galería, mis puertas de madera y mi pequeño jardín. El recuerdo, también, de la soledad madrileña, de los bares, de los paseos sin rumbo y sin hora. La fragilidad de mi corazón. La memoria que se hace grande y me abarca, la puta memoria que me terremota. La suspensión en el aire de una libertad mayúscula. Las llaves nuevas en mi bolsillo. Las ganas de salir corriendo, con los ojos mojados y la sonrisa inmensa, por este, mi viejo y nuevo barrio: Palermo.

jueves, 4 de marzo de 2010

Poema

Piedra que corre entre pecho y espalda.
Flor que marchita, tragué.
Lengua que seca, no habla.
Ojos que tristes, cerré.
Mundo que denso, se apaga.
Voz que ruidosa, adoré.
Piel que desnuda, se extraña.
Besos que rojos, perdí.