martes, 7 de febrero de 2012

Oda a Tim Burton

[the films of] Tim Burton from Kees van Dijkhuizen jr. on Vimeo.

A veces, sería así de simple: convertirme en un personaje de Tim Burton. Olvidarme de la rutina, sacarme el peso de lo que veo en la televisión, de lo que leo en el diario, de lo que me cruzo en la calle. Ser, por un momento, el niño frágil, las flores amarillas, el cadáver de la novia. Pasear por un paisaje gótico y dormirme debajo de un árbol torcido, sola, sin miedo a lo que pueda pasar el minuto después del ahora. Dormir y despertarme con ramas en la cabeza porque un joven con manos de tijera no tuvo mejor idea que cortarlas. Caminar con él y descubrir que tenemos las mismas ojeras. Correr por un campo de flores amarillas, estirando mis brazos flacos como queriendo abrazar a alguien y acostarme para mirar el cielo, con las manos detrás de la cabeza. Sentir el olor del chocolate y entrar en una fábrica donde un hombre extraño llamado Willy Wonka me presenta a sus amigos oompa loompa. Dejar de lado mis problemas al ver el baile sincronizado de esas criaturas diminutas. Abrazar a un niño y decirle las mismas palabras que le dijo su abuela. Nada es imposible Charlie, con la certeza en mi mente de que en el futuro, se convertirá en el dueño de la fábrica. Salir de noche y descubrir que a la sombra de una casa destartalada, me espera un jinete sin cabeza. Subirme, trotar, volar por encima de ciudades y países enteros. Caer por un agujero, de repente, y encontrarme con Alicia. Ponerme su vestido celeste, atarme el moño en la cintura y sentarme sobre el tronco de un árbol a tomar un té mientras un conejo impaciente nos enseña su reloj con los ojos rojos. Reírnos. Tomar un líquido con sabor a jarabe y agrandarme. Romper el techo de la casa, crecer de golpe un montón y darme cuenta que al lado mío hay un monstruo y que miro desde arriba las copas de los árboles. Seguir al monstruo hasta una laguna donde un pez se divierte dando saltos olímpicos y escuchar que mi nuevo amigo lo llama por su nombre: Edward. Y a cada invocación, un salto más alto. Edward, un pez grande e inquieto. Eso sería fácil. Hacer un chasquido con los dedos y entrar en el mundo imaginario de Tim Burton. Dejar en el mundo terrenal las preocupaciones, los tickets de supermercado, la ropa sucia, el ordenador y convertirme en una niña esquelética de boca pequeña y ojos inmensos que no necesita más que el poder de su mente para adentrarse en planetas desconocidos.

1 comentario:

Charlie dijo...

Me encantó. Cada película de Burton es una nueva emoción que queda grabada en la retina