jueves, 8 de julio de 2010

Recórcholis


Nunca se qué es lo que voy a escribir, por más que piense esforzadamente. Agarro una idea que se desplaza como espermatozoide por mi mente, la aprieto bien fuerte con el índice y el pulgar, la tengo sujetada un tiempo y de repente, como una mojarrita inquieta, plin, se desprende y escapa a las corridas. La tengo ahí pero no llego a darle forma, no llego a profundizarla, entonces me muerdo los labios y pienso: puta, era buena esa. Pero se va, se va inevitablemente porque mi cerebro es como una mochila mal cerrada o como, valga la redudancia, una puerta entornada. Me gusta, sin embargo, que corra ese aire, que fluya cualquier cosa por ahi adentro y que salga. Me gusta imaginarme mi cabeza como un cuarto oscuro y al prender un farol descubrir que conviven ahi adentro moscas y flores, harina y engrudo, ripio y asfalto. Porque la mezcla es encantadora, las calles vacías y a dos cuadras bulliciosas, las risas que de tan ciertas provocan lágrimas. Poder cruzar la vereda a mi antojo, cruzar el océano. Yo que sé. Me gusta la boca de Tevez y la nariz de Peretti. Los días nublados me encantan. Me gustan los niños y los ancianos, o todo el que sea anti escrúpulos. Me gusta la extraña manera de desenvolverme y la vida que me hunde de a ratos y de a otros me empuja con fuerza la espalda. Será que simplemente, me gustan los momentos.

1 comentario:

vV dijo...

me pasa exactamente lo mismo.
y hablando de espermatozoides huidizos, cdo nos vemos? vuelvo el lunes!