martes, 5 de octubre de 2010

Septiembre bajo el agua

Así nomás, sumergirse en una bañadera hasta el tope. Agua tibia, gotas de sándalo y por qué no, hidromasaje. Que sí, que septiembre fue un mes movido. Que sí, que de vez en cuando una se tiene que desvestir y transofrmarse en burguesa. No sabía, no tenía idea todo lo que implica el casamiento de una íntima amiga. Ideas, millones de mails, organizaciones, horarios, gastos y mucha energía. Agotamiento físico despues de una despedida de soltera a todo trapo, dolor de piernas, de cuello, de brazos. Encima, la dieta que nunca, jamás, es buena compañera de los días. Renunciar a las lays, a algun antojo dulce, uf. Adelgazar, por lo menos, un poquito. La búsqueda en todos los bolsos y las carteras, la pérdida irremediable del puto dni, las colas largas con el apremio del tiempo, con el estrés de un registro civil que espera la documentación pertinente para poder ser testigo de un casamiento. La llegada de esa amiga con la que te sentás a charlar y nadie te para, más despues de dos meses de no verla, el encuentro con ese amigo que hace dos años no ves y te desarma en una charla de café. El trabajo, si tu jefa se mete en un quirófano y se ausenta por 10 días, sumado a la inesperada visita del dueño de la companía, sumado a la obra de la oficina que te obliga a mudarte un piso y reordenar el escritorio. La terapia que te sigue clavando el puñal en cada sesión. La mudanza, claro, la mudanza de un departamentito de dos ambientes a uno de los grandes, el cambio de vivir con el silencio de una al ruido de 6 y varias teles. La recibida de mi hermano, su título de abogado a los veintitrés, sus pasos correctos. Septiembre, bendito septiembre. Frío, lluvioso, soleado, tremendo septiembre que se pudo salvar de mis garras gracias a los viajes en colectivo donde la lectura me llevó a los mundos bizarros de Vian y a los mundos tiernos de Onetti. Salvado también por la música de Paez en la Biblioteca Nacional, por la de Drexler en el Rex, por la escapada vital a un Chascomús primaveral, por una laguna enorme y un sol que se escondío mientras yo hacía la plancha en el pasto. Como hoy, adentro de la bañadera, disfrutando de las burbujas, del silencio, de la noche, desprendiendome de las contracturas del cuerpo, de la voz de tinelli, de las ideas, de los mails, de la convivencia, de la muerte súbita, los asesinatos, las rebeliones y de todo lo que sujeta mi vida más allá de los libros.

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