sábado, 14 de agosto de 2010

Aunque haga frío

Tiene sentido, por más que el frío traspase los huesos, salir una noche en Buenos Aires. Tocar el timbre de la casa de esa amiga que hace poco vivía en Barcelona y cruzar la calle juntas, pero a destiempo. Entrar al Cervantes y sentirse adentro de una película. Subir las escaleras y que un hombre de traje te abra una puerta, la número 20, y te sientes en una silla adentro de un palco. Que lean un hermoso texto de Rodolfo Walsh y que como el frío, te traspase. Ver, luego, como el excéntrico mosquito sancineto invita al público a participar y arma, con su equipo, 3 improvisaciones del carajo. Que todo eso sea gratis, gratis, gratis. Escuchar, al final, la emoción en la voz de una hija de desaparecidos que encontró a su hermana y la tristeza, en la voz de otra hija que sigue buscando. Diez años van, los chicos del teatro por la identidad. Tiempo. Cuánto tiempo más pasará y cuantás abuelas seguirán muriendo. Pensar cómo mierda no les dan el nobel de la paz. Retirarse y adorar los techos altos, los que echa de menos Martín Hache. Saber que tu amiga está feliz y que te diga con nubes en la boca: Me encanta Buenos Aires, antes de colgarse de tu brazo. Caminar y saber quien soy, mientras cruzo la nueve de julio. Pasar por lo de mis padres, al finalizar la noche, y asomarme al cuarto de mi hermano que duerme y ver que en su mesa de luz lo espera ese libro biográfico. Ya era hora, muchacho, me dan ganas de decirle, ya era hora que entendieras algo de la vida de Ernesto. Entonces, rememorando pienso, cuánto sentido tiene salir una noche en Buenos Aires.

1 comentario:

Miranda Malasaña dijo...

Ay, por Dios.
Qué lindo. Qué lindo. Qué lindo.