martes, 31 de agosto de 2010

Puertas que se cierran

Cerrar da mas miedo que abrir, porque la ilusión, cuando se cierra, ya está muerta. Uno ya conoce lo que vivió, ya pasó la prueba y por eso pesa la puerta que se cierra, por saber que lo anterior ya no nos pertenece más que en los recuerdos y que lo viene es una incógnita. Está bien, la vida se trata de abrir y cerrar puertas, de animarse a entrar y salir. La vida se trata de llorar cuando algo se abandona, de sentir el corazón más frágil y los días más pálidos. No pasa nada. No pasa nada si después estiramos la mano y abrimos otra puerta y otra y otra más. Si dejamos de esperar el ascensor y subimos corriendo por las escaleras. Entonces, Guatemala va a poder repetirse con la misma ilusión y la misma fuerza, con la misma carga energética con la que llegué aquel verano pasado. Es cierto, la huella queda, porque nunca va a dejar de ser mi primer hogar donde sola, aprendí a quererme. Por más que ya no sea más que una calle de adoquines, entre malabia y armenia, una calle calma que me abrazó fuerte, por más que ya no no me guarde, antes de cerrar puedo suspirar mansa y sanamente, porque con mis pájaros enfermos y mis cables enredados, con la música y el sol en la ventana, Guatemala me enseñó a quererme, más allá de la densidad de los días.

No hay comentarios.: