jueves, 22 de septiembre de 2011

Sostener la mirada

Hay una obra de teatro que están dando por estos días, una obra para nada pomposa, para nada comercial. Una obra con un guión excelente metida en una pequeña sala del barrio de Almagro. Se llama Los Talentos y habla de la juventud que todavía no se contaminó con el mundo de la juventud. Habla de la estupidez del mundo y de la batalla que emprenden dos adolescentes atrincherados en un departamento contra esa estupidez abominable. Es cierto que hay etapas y etapas, que la adolescencia es un mal que todo ser humano atraviesa y que de alguna u otra manera todos caemos en sus redes. En vez de querer, adoramos, en vez de odiar, detestamos, en vez de embriagarnos, vomitamos. Llevamos todo al extremo sin cuestionarnos nada. Vivimos como vemos que viven nuestros amigos, desequilibrados, y en masa. Pero los chicos de Los Talentos se saben poetas, intelectuales, se saben precoces y por eso compiten entre ellos escribiendo sonetos contra reloj un sábado por la noche. Combaten los ruidos de las motos, las colas de los boliches, la música electrónica detrás de una pizarra, detrás del humo de una pipa, detrás de una copa de vino. Proliferan el amor al arte encerrados en cuatro paredes, sin contactarse con el mundo que late adentro de las cabezas de los adolescentes promedio, ese mundo eléctrico que moviliza a multitudes de cuerpos jóvenes a aglutinarse adentro de un boliche para sudar la gota gorda y bailar frenéticamente. Ellos ven que algo anda mal y prefieren visitar bares y sostener la mirada de chicas que no reaccionan, de chicas que prefieren un chamullo barato de boca un machista descerebrado. Ellos siguen, de todos modos, insistiendo en la mirada sostenida, en el ambiente no tan pegajoso de gente que agita sus brazos al ritmo de una música indefinible, en formas de seducción alternativas y hasta ahí se animan. Y por más que no consigan entablar conversaciones, por más que sigan siendo ignorados, mantienen firmemente la mirada y rechazan las luces de colores, la masa enceguecida de un boliche cualquiera. Las noches en las que el mundo es demasiado y no hay posibilidad de tomar contacto con nadie, optan por recluirse en ciclos de cine trasnoche, o por iniciar competencias de versos cronometradas, o por un tinto, o por la lectura de un poema mientras el humo de una pipa cubre el departamento que los encierra, sin tener más que eso, más que al otro donde, inevitablemente, rendirse y sostener la mirada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bien!

SOWIE ♥ dijo...

"En vez de querer, adoramos, en vez de odiar, detestamos, en vez de embriagarnos, vomitamos"

Uno de mis cables a tierra: este blog!