lunes, 13 de octubre de 2008

Complicadas tratativas

Yo sabía que no podía faltar, por más reacio que fuera a ese tipo de reuniones. Me quedé haciendo tiempo en el bar de en frente hasta que se hizo la hora. Cuando entré, ya estaban todos mis hermanos ocupando la casa de mi padre, un mes después de su fallecimiento. Había que hablar en serio y tratar de ponerse de acuerdo, y eso era un reto para los hermanos Galindez. Por suerte el tema números estaba cerrado, pero ahora había que hacer la repartija. Hubiera sido mucho mas fácil que el viejo dejara un testamento detallado pero no, se opuso a enfrentarse a todo lo que le recordara a la muerte y prefirió dejar su legado a la buena de Dios. Total voy a estar muerto, me da igual lo que pase después con mi herencia. Eso decía y la palabra herencia sonaba a fortuna pero nada que ver. Tanto quilombo por una herencia de mierda.
Después de que cada uno se pusiera al tanto de la vida de los otros, yo, como hermano mayor que soy, solté un discurso pacifista un tanto solemne para abordar la reunión sin discusiones. Además quería terminar rápido con toda la pavada porque tenía bastante con ver a mis hermanitos tan seguido, yo que soy el más cortado de la familia.
“¡Ay Antonio pero qué teatrero! ¡Ahora te venís a hacer el hermano correcto! “. Esa fue Julia.
Empezamos como el orto.
Mi hermana es un año menor que yo y me parece que me detesta. Cómo si yo tuviera la culpa de su fracaso profesional como abogada penalista. Está resentida porque yo en mi puta vida agarré un libro y me va bárbaro en la agencia, y ella hizo un carrerón y se caga de hambre, pero bueno. No era momento para escándalos asique preferí aguantármela.
Por suerte Martín la paró y optó por agilizar el trámite. Había llevado una lista del inventario de papá y al lado de cada pertenencia puso con lápiz la inicial de cada uno de nosotros. Medio audaz el tipo pero lo banqué.
Javier no lo podía creer. "¿Asique vos sos el que adjudicas los bienes? Andá a cagar Martín."
Yo intervine y propuse que lo leyéramos tranquilos pero Julia vio enseguida algo tremendamente injusto. “Cómo que el sillón es para Javier? Pero acaso no saben que tengo un marido lisiado?” Me revienta lo exagerada que es mi hermana, lo que tiene Jorge es la columna delicada, pero le di la razón para evitar otro escándalo y ella me espetó: "No te me hagas el conciliador que no te pega ¿eh? "
No había caso.
Estuvimos más de 3 horas dándole vueltas al asunto hasta que decidimos la repartija de muebles, decorados y vajilla, el alquiler del piso en el que estábamos, la venta del departamento de Belgrano y la división de las cocheras. Como eran 3, yo fui el primero en rechazarla para que no se armara un sorteo que siempre se torna polémico y se extiende más de la cuenta, pero fue peor porque Julia dictaminó: "¡Cómo sos Antonio, mirá que desmerecer la herencia de tu padre! "
Suspiré y mentí. Dije que tenía que irme volando a encontrarme con un cliente.
-Me llaman cualquier cosa.
-A dónde? A tu casa de Pilar, a tu departamento de Recoleta o a tu finca en Punta del Este?
- Donde quieras Julia. Si llamás al celular va a ser más fácil que me encuentres.
Y se fue Antonio, dejando ese aroma tan personal, esa fragancia de último perfume de Armani que invadió el ambiente y que hizo que todos lo envidien en silencio.

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