jueves, 16 de abril de 2009

Taller VIII

El tema para este jueves fue La Mirada. Teniamos que elgir un objeto y darle un significado abordado desde nuestra perecpecion, nuestra mirada individual. Yo opté por desarrollar una historia a aprtir de un elemento central que le diera sentido. Y, sin ningún tipo de tinte autobiográfico, me puse en la voz de un hombre que recién se separa y no se puede hacer a la idea de la vida sin pareja. Un triste relato masculino en primera persona.
Discurso de un alma abandonada
Se dejó el encendedor. Con lo que jodía con el encendedor. Si lo prestaba lo entregaba diciendo: que vuelva, inclinando la cabeza levemente hacia abajo y fulminando con la mirada al receptor, al pobre tipo que pidió fuego sin más. Tenía una especie de adoración por aquel objeto insignificante. Es de plástico, blanco, rectangular, pequeño como todos y lleva escrito Mar del Plata en letras gordas rojas y despintadas. La verdad que ahora que lo miro confirmo que es espantoso. Por lo menos si tuviera un diseño exclusivo, o divertido, pero esta cagada.
Y pensar que casa mi me mata el día que lo usé para encender las velitas de mi sobrino que cumplía 2 añitos. Lo dejé encima de la mesa y el enano lo agarró. Manuela me hizo caras de súplica para que se lo saque de las manos y caras de odio, mordiéndose el labio inferior, cuando vio que yo cedía y lo dejaba al niño jugar un rato más con el encendedor. Al final se lo terminó sacando ella, sin hacerse cargo de los berrinches que vinieron a continuación. Lo peor es que se hizo la desentendida cuando mi hermana le preguntó que había pasado. Qué personaje. Estaba indignada conmigo, cómo podés consentir así al pendejo con mi encendedor, no lo entiendo, me dijo cuando nos fuimos de la fiesta. Como si se tratara de un dije de lapislázuli. Menos mal que yo ya no fumo y que siempre tengo provisiones de fósforos para encender el horno. Me acuerdo que la única vez que atine a pedírselo porque no encontraba la caja de cerillas, vi como se tapaba con la mano el bolsillo delantero del jean y se hacia la que no escuchaba.
Ahora que pienso, no es normal. Porque ella de egoísta no tiene nada, pero con su encendedor tiene una obsesión que le impide desprenderse de él. Le adjudicó una carga afectiva que nunca supe a que se debió. Entiendo que Mar del Plata es su ciudad natal y le tiene cariño, pero un souvenir de ese tipo es figurita repetida, lo venden en cualquier lado. Ahora me da intriga, cómo nunca le pregunté el significado que había detrás de ese encendedor de mierda. La puta, qué boludo fui. Bueno, a lo mejor vuelve a buscarlo.
Hace 22 horas que se fue de casa, rara, con los ojos apagados. Se llevó todas sus cosas porque esta vez es definitivo. No dejó ni un par de medias. Hasta se guardó las bombachas mojadas en una bolsa de supermercado. Sí, estaba decididísima. Y me asusta pensar en no volver a verla. Vos no vas a cambiar nunca y yo tardé 4 años en darme cuenta. Así me la tiró tratando de esquivarme la mirada. Y se fue.
Como todavía no sé que ella cerró esa puerta para siempre, como todavía no caigo porque todo es muy reciente, me victimizo y solo pienso en lo catastrófico que sería no volver a ver su cuerpecito dando vueltas por mi casa, fumando en el sofá con las rodillas pegadas al pecho, pintándose las uñas, comiendo chocolate, durmiendo a mi lado. Como me abrumo, agarro, sin pensar en lo que hago, el paquete de Marlboro que está encima de la mesa de luz. Me prendo el único cigarrillo que queda y me tiro boca arriba en la cama y fumo haciendo argollas de humo intermitentes. Dejo su encendedor encima de mi pecho y pienso en cómo 4 cm de plástico pueden arrancarme una sonrisa en ese estado. Me abstraigo unos minutos absolutamente enternecido por esta chica. Cuando me doy cuenta de que estoy por tragarme la colilla, apago el primer cigarrillo que fumé después de 6 años y miro el cielo raso pensándola. Y esperándola.

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