viernes, 11 de marzo de 2011

Recuerdos de un atentado

Sentirse mal pero en serio, que la vida no valga nada a una hora de la madrugada. Las ciudades ya no se palpan, el cielo puede estar de cualquier color. Sentir los chuchos de frío y tener picos altos de fiebre. No registrar otra cosa que no sea el propio físico averiado, la garganta en este caso, con una amígdala inflamada. Inflamada al punto que creo tener un sapo adentro. Que me tiemblen un poco los brazos, las piernas, que mi cabeza viaje hasta Atocha. Querer escupir ahí el sapo para poder abrir la boca enorme y gritar, siete años atrás, no suban, no suban a los trenes. Pensar repentinamente en ciudades grandes que amanecen con los ruidos de las persianas y la música de las estaciones, que abren los pulmones para encarar otro día de miles de vidas agitadas. Ciudades que estallan en algún punto de sus arterias, que se desvanecen en pocos segundos echando cuerpos por los aires, atrapando corazones heridos. Estallan. Y luego el silencio. Y luego, los gritos de auxilio, los timbres de los celulares, la estación convertida en infierno. Sentirse mal un 11 de marzo y saber que el dolor va a desaparecer, de aca a dos días, cargar el peso débil y recomponerse. Entonces los recuerdos de esa mañana gris vuelven a mi mente, como si yo hubiera estado ahí, como pidiéndome que por favor vuelva a correr por el borde de los andenes y decir: no suban, no suban, la vida sí que vale, los malestares físicos pasan, pero este viaje no, no suban, la bomba está conectada.

1 comentario:

Pez Susurro dijo...

este dolor
jamás
desaparecerá

me ha gustado mucho


beso,Maku