martes, 15 de marzo de 2011

Tener en cuenta India

Me tengo que acordar de esta sensación. Por eso la escribo, o la vomito mejor dicho, la vomito. Viajar a la India. Y punto. No, punto nada. Ahorrar 1500 dólares, como sea, después de conseguir un pasaje barato por alguna aerolínea cutre. Ahorrar esos verdes, darme todas las vacunas y tomarme el palo. Saber que Delhi no va a gustarme de buenas a primeras. Ni un poco. Odiar Delhi. Bullicio, pobreza, miradas, manos y manos que se acercan pidiendo algo. Olor. Aire muy contaminado y por qué elegí pasar acá mis vacaciones, por qué no las playas de Ipanema. Respirar hondo y ponerle garra. Rajar de Delhi al sur, conocer Bombay, conocer todo: Calcuta, Pushkar, y esos nombres que no puedo recordar, quedarme en Pushkar y hablar con la gente que usa rastas. Hablar con la gente modulando mi inglés, con toda esa gente que además de otro color de piel, tiene otro modo de llevar la vida. Detenerme y escucharlos y bancarme que escupan al lado mío charcos de saliva, que no tengan dientes, que me miren con ojos libidinosos. Subirme a trenes y apretujarme. Saltear personas que duermen en el piso, chocarme con vacas y niños y multitudes. Escuchar bocinas constantes. Saber que a pesar de todo no pasa nada, que nos cuidan. Aprender del mundo musulmán, del mundo hindú, de la tierra, del tráfico, de las mujeres con saris y los hombres con turbantes. Respirar descalza en algún templo. Conocer Laos. Esperar en las estaciones, llevarme cartas y libros y cuadernos. Andar en bici, tener cuidado con los animales. Volver a Delhi y cambiar de idea. Amar Delhi y besar el piso del Taj Mahal. Leer historia, desmenuzar a los Ghandi con los ojos. Espiritualizarme frente a un sol que se esconde en algún horizonte. Sacar fotos con una cámara de las buenas. Probar comida de otros colores y formas y sabores. Agarrar de la mano a algún niño o algún anciano, quedarme así unos minutos. Comprar vestidos de seda y anotadores de cuero grabado. Hacer lugar en la mochila y pensar que sí son vacaciones, que la India merece la pena, que al diablo con las playas de Ipanema. Acordarme de esta sensación que tengo ahora, después de almorzar con mi amiga la de ojos inmensos que me esperaba en pijama con la mesa servida y que intercalando bocados de milanesa de soja me contaba todas esas cosas que acabo de escribir y que quiero vivir, seguro, cuando ahorre los dólares, me de las vacunas y me tome el avión a India.

5 comentarios:

RITA dijo...

LISTO.
ME ANOTO
ME ANOTO
ME ANOTO.
Y no se quien es esa amiga tuya de ojos enormes, pero me cae de puta madre.

Unknown dijo...

Y si te venis para estos pagos, un saltito a Dhaka entraría perfecto en tu itinerario. Venite a odiar-amar esta parte del mundo!

Celi dijo...

Viaje con la de ojos enormes y soy la razon de porque hay que tener cuidado con los animales.
Estoy en Delhi a punto de volver a Argentina y a pesar de estar con ganas, se me estruja el corazon de pensar en cuando volvere a respirar este aire y estos olores tan India.
Gracias, resumiste mi viaje.

Makuni dijo...

Clari, quiero irme ya. Celi, estás ahí, wow. Necesito conocerte!

Ojos enormes o Clari dijo...

Bella India, bella Maki, bella Celinda...
Bella diversidad de la existencia que nos nace acá y nos viaja allá para conocer algo tan nuevo, tan otro, y tan inolvidable...