Velada adorable de auténticos besos
que prefiero guardar
en mis venas jóvenes
en mi alma diáfana
y que algún día,
por obra de una de estas brisas fortuitas,
se abran a mi cuerpo
y acaricien mi cara,
para recordarme,
entre cosquillas,
que hubo noches largas
donde sólo nuestros labios
reinaban en el mundo.
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