sábado, 23 de mayo de 2009

Una vez en el metro

Se suben dos chicas al metro, una va con cara larga, se muerde el labio inferior y busca con la mirada un asiento. La otra se toca el pelo como peinándose y masca chicle. No hablan hasta que se sientan, aprovechando que dos señoras se bajan.
- Bueno, nena, tampoco te amargues la vida. Habrá tenido un mal día y punto.
La de cara larga se sobresalta y mira a su amiga que no deja de peinarse el pelo.
- No entendes Rocío. El pibe me dijo que cuando tenga auto me iba a buscar, que mientras tanto me la banque. Y que no lo joda. ¿Cómo me va a decir así?
- Bueno, ¿cuántas cuanto le falta para pagarlo? Ya lo va a tener. ¿Hace cuanto que está con el temita del auto?
Antes de contestar baja la cabeza y clava la mirada en el suelo
.- Un año. O más, no se.
- Por eso. Relajate nena.
- Es que estoy harta. Siempre me tengo que mover yo. Qué le molesta el metro, decime. Yo vivo bajo tierra y él señorito no, no piensa. Si no es con auto no se mueve de su casa. Está todo el día ahí metido, te juro que me saca. Me vuelve loca llegar y verlo ahí tirado en el sillón. Es para matarlo.
- Si pero pensá que él trabaja desde su casa.
- Trabaja. Yo cada vez que lo veo está echado fumando un porro o jugando a la play. ¡Tiene 30 años Rocío!
- Bueno, algo le habrás visto, hace tiempo que estás con él.
- Si, más de un año, pero no puedo seguir así.
Abre su bolso y saca un cigarrillo.
- Que haces Lucila, estás loca?
- Ah, cierto que acá no se puede.
Rocío alza las cejas. Suspira y se corre todo el pelo hacia un lado. Se mira las puntas florecidas. Lucila sigue sosteniendo el cigarrillo entre sus dedos y se rasca el flequillo con brusquedad.
- Lo único que hacemos es follar. Hace un año que venimos con la misma historia. Voy a empezar a cobrarle, porque la verdad.
- Ay mirá lo que decís –dice Rocío sin mirarla y con cara de asco.
- Es que sí.
- Para eso separate Lucila.
Lucila se cruza de brazos y se queda inmóvil unos segundos mirando un punto fijo. Se cubre la mejilla derecha con una mano y hace puchero. Rocío se pone de pie.
- Dale, parate.
- ¿Ya llegamos?
- Si – responde Rocío secamente inclinando la cabeza y estirando su brazo izquierdo.
Lucila agarra la mano de su amiga y se levanta del asiento desganada. Antes de que se abran las puertas del metro, Rocío dedica una mirada seductora al chico de la cresta y Lucila dedica una mirada perdida al andén a la misma vez que respira hondo.
Se bajan en Nuevos Ministerios.

3 comentarios:

oveja y negra dijo...

Buena anecdota.Besos.

More Gemma dijo...

y... me imagino que las habrás seguido, al menos, unas cuantas cuadras más...

Makuni dijo...

jajaja, no, yo seguí viaje, pero mis oídos se quedaron con las ganas. Cosas que pasan no?